Saturday, August 30, 2014

Un Pedazo de Pan de Recuerdos


Pan de Amor

Sentado bajo el sol de las diez de la mañana de la Ciudad Señorial, mientras preparaba la mezcla de un pequeño saco de cemento, para tapar unos huecos en el piso de la marquesina de su casa, se encontraba Don Juan.

Estabamos hablando de un tema relacionado con comida, super-mercados y precios. Y de momento lo noto exaltado, como medio enojón, fue mi impresión, y me le quedé mirando, con detenimiento, ya que me pareció raro su actitud y quería escuchar bien con que venía, lo hice con una sonrisa, y amor en mi corazón.

Quería estar segura de que escucharía de su boca, y estar en plena tranquilidad para no contestarle, o corregirle absolutamente nada, que a sus setenta y un años es merecedor de toda honra y respeto.

“Comida, ha, comida de eso puedo hablar yo.” dijo en tono como el que está a punto de regañar. Y hubo un silencio, pude notar que se subio a la nave de un recuerdo.

Fue un cambio drástico, puesto que estabamos hablando de un tema y pensé que iba a dar una especie de regaño, pues por la diferencia que ven las personas mayores de sus tiempos con los de ahora. Justo ahí, fue que cambió a una anecdota, como para enfatisar su punto, pero noté, que ya había volado lejos como si hubiese tenido la capacidad de haber llegado, en cuerpo y alma justo a su escenario recordado y del cual estaba a punto de compartirme.

Yo atenta, algo me decía que no le quitara los ojos de encima. Y noté una sonrisa que se comenzó a dibujar en su rostro, mientras el dejaba de mirar la mezcla de cemento y sus manos se detubieron. Su mirada se fue hacia otro lugar y escuché un “Ji” como de una carcajada suprimida y comenzó a contarme.

“Cuando nos ibamos de compra, era con un saco, tu sabes, un saco de esos” y busco mi mirada como para asegurarse que yo sabía lo que era un saco. Le asistí con mi cabeza y continuó; “mi papá, mis dos hermanos y yo nos ibamos a hacer la compra, en la Plaza del Mercado, y el ponía todo lo que comprabamos en el saco, pues porque eran bolsitos chiquitos, tu sabes, viandas y esas cosas.  Ese viejito mio si que era bien bueno, (un cariño nostálgico sentí del él) él se encargaba de nosotros, era el que nos compraba la comida y nos la cocinaba. Porque sabes, mi mamá era una enamorá y estaba pendiente a otras cosas.

Papi siempre se encargaba de nosotros. Y tomaba ese saco lleno de comida y se lo echaba en la espalda, bajo ese sol, y nosotros caminabamos a su lado.  Cuando llegaba a la casa, allá en el Barrio Sebonuco, por Rio Chiquito, por allá, nos cocinaba algo tan rico.” 

Me iba narrando mientras yo también me transporté a su pensamiento y tenía una película en mi mente, imaginandome a mi abuelo, a mi padre y a mis tios pequeños en un lugar humilde y cadeciente de muebles, y de lujos, pero me dió la impresión de que era un momento felíz de su vida. Es que el tono de voz y su rostro me lo decían todo. Yo más bién estaba maravillada, porque en tantos años, ha sido tan breve todo lo que me ha compartido. Eso si, siempre me ha dicho que su padre era bién bueno, que él lo quería mucho, y que aun le hace falta.

Aproveché a un breve silencio y le pregunte, ¿De tu padre fue que aprendiste a cocinar tan divinamente verdad? A lo cual me dijo, con una sonrisa enorgullecedora, es que no dejaba de sonreir; “sí, yo aprendí a cocinar con papi.” Me encantaba el modo en que mi viejito se refería a su padre como papi, con ese amor, así como yo le llamo a él, papi.

Yo estaba fascinada con la transformación que había tomado su rostro, con la alegría que me compartía algo de su niñez. Se veía tan hermoso éste anciano de cabellos blancos, sus espejuelos, su frente sudorosa, y esa alegría en sus palabras, que dicha ver a mi padre así.

Siguió en su relato, como si hubiese hallado en mí, ese alguien que le escuchara, le respetara y valorara su historia de un momento felíz, como si hubiesen sido muy escasos. Siguió narrandome sin perder el entusiamo como el locutor confiado y respaldado por su audiencia. Lo menos que se imaginaba él, que para mí era todo un honor, toda una bendición.

“Sabes, un día llegamos con hambre a la casa, y no habia nada preparado. Y mi hermano tomo un repollo y se lo comió. Mi papa hacia ensaladas con los repollos. Y cuando llegó papi, y preguntó dónde estaba el repollo, mi hermano se echo a correr hacia la malesa y quedo enredado en una mata de espinas, no me acuerdo como se llama, era de esas que las mujeres usaban para hacer unos arreglos que se ponian aqui, (se señaló el pecho) con un pinche, o alfiler, con una flor.” Yo me apresure a decir ‘sí entiendo’ para que no perdiera el hilo de su relato.

“Papi no le iba a pegar, y mi hermano, como no sabía eso, simplemente corrió y quedo todo “guayao” (rasguñado) por la mata (planta) esa de espinas. Se castigó el sólo.” Y comenzó a reir a carcajadas.

“Pero después, mi padre buscó un machete...” ahí, me preocupé un poco, ay que no me cambie la historia felíz a tragedia, pero continuó diciendo; “y lo ayudo a salir del enredo y saco toda la mata de espinas para que ninguno de nosotros nos pudieramos lastimar otra vez. Mi papa era bueno.”

“Ah, y hacía un pan de maíz.” Me dijo con orgullo, pero era como si se acordara de el sabor de ese pan de maíz que hacía mi abuelo.  “Papi preparaba el pan de maíz, luego que estaba lo envolvía y lo ponía en un techo por la ventana de la cocina, encima del zinc hasta el otro día. En la mañana siguiente, lo partía en tres pedazos y nos daba uno a cada uno de mis hermanos y a mí, con una taza de café negro antes de irnos a la escuela.  Pero eso sí, antes de la escuela y a las cuatro de la mañana teníamos que llegar hasta el río a buscar agua y llegar a bañarnos y después de desayunar a la escuela.

Nos llevabamos los zapatos en la mano porque teníamos que cruzar el rio para ir a la escuela, nos enrollabamos los pantalones y despuees de cruzarlo, no los poniamos, sin medias. Ay papi que buen hombre fuiste. ___ Coño este sol ya esta que pica.” Y de un salto se levantó del banquito de madera en el cual estaba sentado, hecho por el mismo y se puso a tapar los hoyos del piso de su marquesina y ahí se detuvo el relato.

Me dió la impresión, de que prefirió terminar el relato en sonrisa, más no en llanto.

Ojalá y mañana, entre en confianza y me deje saber un poquito mas de su vida de un pasado ya lejano.

Relato de Señora Coqueta
® 2014

Wednesday, August 27, 2014

LOS NIñOS NO DESEADOS


Serie: Cosas que me hacen subir mi ceja izquierda:


Esa mañana le presté atención a las prioridades del día para poder finiquitarlas en tiempo record. Quería que cuando llegara la hora del almuerzo, que usualmente tomo en mí oficina, irme tranquila por si me tomaba unos minutos extra mi salida.

Este día en la parroquia a la cual pertenesco estaría el templo abierto para ir a orar por los niños no nacidos. Si, me refiero a los niños que han sido abortados.

Desde que lo anunciaron en la misa del domingo, se me quedó en la mente y fue algo que ni tuve que anotar en mi agenda, era una inquietud que despertó en mí, de que tenía que ir a orar, por todo lo que significa esto. 

Dieron las doce del medio día y le avisé a mis colegas que me ausentaría  por una hora, como menos. Me puse mi abrigo largo rojo, saqué los guantes, los lentes de sol y mis llaves del bolso y salí del edificio rumbo a el estacionamiento para irme en mí auto. 

La parroquia San Patricio quedaba algo cerca de mi trabajo, así que llegué en unos minutitos. Me estacioné y caminé sobre la nieve hasta llegar a la entrada del templo.

Me hice la señal de la cruz luego de haber mojado mis dedos en agua bendita que estaba justo en la entrada en unas urnas de marmol.

Con mis ojos fijos en el altar, por cierto interesante, con su mural de San Patricio sosteniendo la hoja de trebol mientras explicaba que la Santisima Trinidad y Dios es lo mismo; mi abreviación.

Seguí lentamente por el pasillo principal, el del medio, imaginandome las dificultades que tuvo San Patricio y como se convirtió en santo patrón de los Irlandeses, y me sonreí al llegar a mi pensamiento la frase de que “nadie es profeta en su propio pueblo”.

Ya había llegado como a la mitad de la iglesia y decidí detenerme justo ahí, en el lado izquierdo de los bancos centrales. Me senté mientras me quitaba el abrigo, y demás, lo puse todo a un lado. Bajé, la pieza esa que es acoginada, del largo del banco, y cuando dió en el piso hizo un sonido que se hizo eco, me dio risa y miré a todos lados pero no habia nadie en la iglesia.

Me arrodillé, volví a mirar a el altar, luego a la parte izquierda donde se encuentra el Santisimo, suspiré y cerré mis ojos. Y comenzé a hablar con Dios.

Señor, que te puedo decir yo que he cometido tantas faltas atravez de mi vida. Yo no soy quién para juzgar a estas mujeres que talvez desesperadas ven el aborto como una salida.  Ay Dios mío, y qué estamos haciendo para ayudar más, o para educar más a los hombres que son los que cargan la semilla.

¿Cómo podemos enseñarles desde pequeños el valor de una mujer, el respeto a ellos mismos como varones, respeto a su semilla de reproducción, que si tienes una mujer la tienes que amar como Cristo ama a su Iglesia, la responsabilidad de los hijos y como llenarnos ellos, y yo también, más de tí?

Ellos no nacieron, y me imagino que tu los tomas devuelta en tu regazo, porque siempre han sido tuyos. Sabes, eso me consuela. Te pregunto Señor; ¿Esos niños no nacidos, tu los envías nuevamente a familias que si los van a tener y a amar? _____ Ya me dirás algun día.

Señor, los padres de estos niños... nah, estoy segura que en un arrepentimiento de corazón Tú, los harás nuevos, y los perdonarás.

Señor, ten misericordia de todos los que tienen que ver con los abortos, los padres de esos niños no nacidos, sus familiares, los médicos, los hospitales, el gobierno y la sociedad que aun hoy día ven los embarazos como la mayor verguenza de una mujer, si no cumple los requisitos de el “orden” social. Cuando que Tú nos diseñaste para ser madres.

Señor, ten misericordia de mí.  Y mientras hablaba con Dios, sentí como la presencia de alguien cerca de mí. Y abrí mis ojos y despacio me dí la vuelta a mirar hacia atrás. Y sí, era el sacerdote de la iglesia. Al verlo le sonreí y lo saludé.

“Disculpa, no te quise molestar, puedes seguir orando. Yo también vine a orar.” Me dijo casi en tono de pena.

No, tranquilo, ya terminé mi conversación con El Jefe y nos sonreimos los dos.  Luego, él, el sacerdote, me hace una pregunta que para mi era ilógica, mientras se cambiaba de banco y se sentaba en donde yo estaba; “¿Y qué haces por acá?” me dice.  Yo me quedé como, duh, pues vine a orar por los niños no nacidos y también por sus padres, pero que pregunta. ¿Pero y esto no se anuncio en la misa? Le dije en tono sarcástico.

“Si, sí, claro que viniste para eso, pero es que encuentro tan, tan...” me trataba de explicar. Tan qué padre, qué tiene de raro que me vea usted aquí. “No es raro, es que dada a tus circunstancias. Que sea precisamente tú a quien yo encuentre de primera, aquí en el templo, orando por los niños no deseados.” me seguia tratando de explicar algo que yo no entendía, y casi llegué a pensar que a éste cura le estaba patinando el coco.

“Que seas precisamente tú, aquí, orando por los niños no deseados, tú que no eres hija de tu mamá... ¿o es de tu papá que no eres hija?  

What? Mi corazón se comenzó a acelerar, comenzé a sentir calor en la cara pero se me pusieron las manos frías.  Qué usted dice padre, le insistí.

“Pero de quién es que tu no eres hija, de tu madre, o de tu padre, o de ninguno de los dos?” Me preguntó como esperando que yo le aclarara la duda. Sin embargo, era yo la que estaba a punto de shock, de un paro respiratorio, la que estaba en duda era yo.

Al darse cuenta el sacerdote, que yo estaba con los ojos desorbitados, es que voy a orar por los niños no nacidos y resulta que era yo la que posiblemente no habia sido deseada, por mis “verdaderos padres”, que mi madre no era mi madre, o que talvez mi padre, no era mi padre, o que talvez ninguno de los dos eran mis padres, digo, como no estar a punto de un colapso. 

Y fue en donde se viro la tortilla, comenzé a ver a el cura que abrió los ojos como desorbitados, se le puso el rostro rojo, de seguro se le enfriaron las manos y parecía que iba a colapsar. Y me dijo en tono nervioso; “Pero... éste... no eres tú... éste... tú no sabías nada... mmm... olvidalo, olvidalo, creo que estoy confundido.

Yo le insistí que si el tenía que decirme algo me lo dijera y ya, que no pasaría nada. Yo en ese momento sentía que debía de usar unas pinzas para halarle la lengua para sacarle las palabras pero no hubo caso.

El sacerdote me dijo que me olvidara de todo lo que me había dicho, ¿no me digas? Delete y ya.  El se levantó nervioso y titubeante y se fué.

Me dejó con la palabra en la boca, o más bién, él se llevó las palabras en su boca.  Me puse mi largo abrigo rojo, mis lentes de sol, mis guantes, y tomé mis llaves del bolso.

Al salir otra vez a el pasillo principal, miré hacia el altar, me sonreí, suspiré fuertemente, hice la señal de la cruz y dandole la espalda a el mural de San Patricio comenzé mi procesión hacia la puerta de salida del templo.

Me sentía que iba en camara lenta. Me subí a mi auto y el camino hacia mi trabajo no fue lo suficientemente largo para todo lo que corría en mi cabeza.

Comenzé a hacer un análisis de que ese sacerdote era bién amigo de mis padres, parecía como su compadre, no salia de casa de mis padres. Se le habrá chispoteado alguna confesión que uno de mis padres le hiciera, quién fue que le reveló en el santo sacramento de la confesión que yo no era su hija, mi mami, mi papi y el creyendo que yo lo sabía, me lo tiró, en su asombro de verme orar por los niños no nacidos?

Llegué a mi trabajo y sin removerme nada, les informe que tenía que irme que tenía un asunto con urgencia que atender.  Que corto se me hizo el camino desde mi trabajo a la casa de mis padres, me sentía como que nada era real, como que yo era la protagonista de una pelicula.  

Les confieso, que aunque me embargaba un susto raro, de saber que estos dos amores de mi vida, que me hicieron la mujer que soy, me han apoyado tanto, que me aman y a quienes honro, y amo con toda mi vida, no fueran mis padres, a la misma vez, ni me importaba, porque era imposible que yo los viera de otro modo. Y en cuanto a unos supuestos “verdaderos padres”, ni me interesaba saber nada de ellos.  Pero serían mis padres los únicos que me pudieran aclarar todo el rollo que me tiró el sacerdote, y amigo de ellos.

Me bajé de mi auto... saqué el llaverito que dice “God is Good All The Time”, que me regaló mi papi, y abrí la puerta, de ese hogar donde me habian criado, lentamente y entre.

Relato en Serie de Señora Coqueta
® 2014

Monday, August 25, 2014

FELIZ DIA DE LOS PADRES


Serie: Cosas que me hacen subir mi ceja izquierda:


Nos fuimos de shopping las dos hijas de mi esposo, el y yo, en una mañana de un sábado radiante.

Era la víspera del día de los padres, y mi esposo, que es adoración con sus hijas andaba super felíz. Por supuesto, sus dos amores de su alma y el amor de su vida, yo.

Paseamos por el Mayaguez Mall y mientras caminaba vi unas sandalias super lindas en una vitrina que anunciaba ofertas de compre una y llevese la otra a medio precio.

Mi esposo nota que me quede con mis ojitos contentos mirando las sandalias, y siendo él un hombre atento y detallista, me pregunta, “¿Las quieres?"  “Por supuesto” le dije yo como chiquilla entusiasmada.

Decidimos que él se iría con su pequeñita mientras su hija mayor y yo ibamos a ver las sandalias.  Entramos a la tienda, pero se me hacia super difícil comunicarme con Patricia, ya que estaba con su celular pegado a la oreja por horas.

Hablaba susurradamente con Mona, su madre, desde que salimos de Ponce, wow. Pensé que cuando le tocaba el tiempo de visita con su padre, no debiera de ser interrumpido por nadie, pero en realidad, eso es algo para ellos meditar, yo estaba por comprarme unas sandalias.

De verdad que me daba pena, interrumpirla para decirle, “Mira Patricia, que chulas estan estas, ¿te las quieres medir?” Y Patricia sin despegarse su celular de la oreja, me decía que no y se alejaba de mi mientras continuaba en conversaciones susurrantes con su madre.

Encontré las sandalias perfectas para mí, y seguí buscando unas que le pudieran gustar a Patricia, hasta que por fín, me dijo que sí. Y hasta el sol de hoy, creo que lo hizo para que yo no insistiera más.

Compramos las sandalias, y salimos a buscar a mi esposo. Nos re-encontramos, visitamos varias tiendas más y nos fuimos rumbo a la puerta de salida hacia el estacionamiento.

Justo cuando llego allí, mi celular da un sonido de aviso. Busco en mi cartera hasta que lo encuentro, era una notificación de un mensaje de texto, nada más y nada menos que de Patricia.

Mi cara y mis ojos me delataron ante mi esposo que me conoce muy bién. Tuve que haberme puesto bién palidad, con ojos saliendoseme de la cara, y en realidad sentía como si me hubiesen tirando un cubo de agua fría por encima.

“¿Qué pasa mi amor?” Me pregunta mi esposo a lo cual yo no encontraba como decirle que su hija mayor, osea, Patricia me había enviado un mensaje de texto, que decía; “me has quitado el amor de mi padre”.

Justo despues de estar pasando un fin de semana a todo dar, desde el viernes, y pensar que el siguiente día era el día de los padres. 

“Ay es que mira la hora que es y se me olvidó que tenía que llamar a mi hermana para darle unos datos del sistema de música que van a usar los niños de su coro para la presentación del domingo. Le fallé. Pero la llamo tan pronto llegue a casa.” Le respondí a mi esposo con el corazón tan agitado que creía se me iba a salir por la boca.

Mientras nos subiamos a el auto, miré a Patricia a los ojos, y no me sostuvo la mirada. Cambió de hablar por el celular a mensajes de textos a ‘monton por chavo’.

Nos fuimos rumbo a Ponce y nos pusimos a cantar Annie, su pequeña y yo, mientras me disfrutaba la cara de un padre orgulloso y feliz, mi esposo.

Relato en Serie de Señora Coqueta
® 2014

LO TENGO EN LA PALMA DE MI MANO


Serie: Cosas que me hacen subir mi ceja izquierda:


“¿Tía Paulina, cómo está? le preguntaba su sobrina Sofía.  “A pues que bueno que esté bién, es que la llamo porque le tengo una de primera.”

Asi debió de haber comenzado la llamada telefónica entre sobrina y tía momentos antes de que yo llegara a casa de mí suegra.

Como de costumbre nos ibamos cada sábado a el spa,  por unos masajes bién merecidos, las amas de casa lo necesitamos, y más si somos retiradas. Y también a arreglarnos las uñas y los cabellos.

La recogí y emprendimos nuestro viaje a realzar nuestra belleza. En el camino me comenta mi suegra, “Sabes, era Sofía, mi sobrina, la que estaba al teléfono justo cuando tu llegaste.”  Yo en silencio, pendiente a la carretera, porque mira que aquí en Puerto Rico si que manejan autos de un modo tan peculiar.  

Mi suegra luego de una pausa, continúa y me dice; “Me he quedado tan sorprendida por todo lo que escuché sobre Patricia.” Patricia es la hija de dieciocho años de mi esposo de un previo matrimonio.

Aproveché que estaba el semaforo en rojo y le pregunte; “qué te dice su sobrina de ella, está en problemas?” Les confieso que me preocupe un poco, y es que mi esposo ama a sus hijas demasiado.

“No, no, no está en problemas, ella se ha convertido en un problema.  Resulta que Sofía, tu sabes que ella es mí sobrina, la prima de Junior...” En ese espacio le dije; “sí, se quien es Sofía”.  “Pues te cuento”, continúa mi suegra.

“Me dice que estuvo visitandolas en la casa y que Patricia estaba con una rebeldía insoportable. Y lamento tener que decirte, que mi nieta no es lo que aparenta ser, con la carita de yo no fuí.  Estaba alterada diciendo que no iba a permitir que tú le quitaras a su padre.

¿Tú puedes creer una cosa así? Pero qué le pasa a esa niña si mi hijo se lo ha dado todo y aún se lo sigue dando. Junior nunca ha tenido reparos para ella de nada, le pasa manutención, la lleva a pasear, al cine, le hace regalos caros, le paga su plan médico, le tiene celular, que pretende ella, ¿que su papá no sea felíz?

Me da un coraje, tan hipócrita que se ha puesto, los otros días te llamó “madre”, smsh, pero ese comportamiento es aprendido, si su madre, cuando estubo casada con Junior era insoportable y malcriada, con su boca sucia, tan malhablada. A nosotros no salió, definitivamente.

Dijo, que tú eras una presumida, que te creías mejor que nadie solo porque eras muy bonita y parecías modelo, pero que no podías competir con ella porque ella es “daddy’s girl” y que ella tenía a Junior en la palma de su mano. Pero qué es lo que se cree Patricia, ¿que los pichoncitos le pueden tirar a las escopetas?  No que va, que a mi casa no se atreva a llegar con altanerías porque la paro de casco.

Y le preguntó a Sofía, que decía Mona, su madre, al respecto y me dijo que nada, que más bién la apoyaba en todo y hasta se reía.  Mona se atrevió a decir que su hija era primero que tú, sí claro, como ella envía a su hija pequeña a colegio privado gracias a la manutención de Junior, que no es el padre, que le pase dinero el padre. Aaaah, pero cuando ella sin casarse se puso a parir esa niña con otro hombre, ella sí tenía derecho a ser felíz verdad. Pero a Junior que lo parta un rayo.

Cuando estaba de noviecita con su marido, ni se acordaba del santo nombre de Junior, y ahora que lo ve felíz, ahora sí se acuerdan y se aparecen.

Mira, si a mi nunca me visitan, y ahora yo me he dado cuenta que cada vez que ustedes llegan a la casa se aparecen ellas dos.  

Pero deja que llegue por casa, que la voy a parar, es una falta de respeto, pues ella ni te conoce bién. Y tú más buena no has podido ser con ella, con tantas consideraciones, regalos y hasta le tienes una habitacion en tu casa, grrrr es que no soporto a la gente hipócrita e injusta.” Concluyó mi suegra el monólogo, justo cuando me estacioné frente a el edificio del spa.

Ah, me esperaba un rico masaje de una hora, mi manicure, mi pedicure, y una rica mimosa para cuando me estuvieran arreglando el cabello. 

Estaré deslumbrante para mí esposo y nuestra cita de ésta noche. Que viva el amor y las maravillosas nuevas oportunidades de ser felíz.

Relato en Serie de Señora Coqueta
® 2014

LOS LIBRITOS DE VENTAS


Serie: Cosas que me hacen subir mi ceja izquierda:

Estaba visitando en casa de mí suegra esa tarde, y llega Patrícia con su hermanita Aurora y entran por la puerta de la cocina y llegan hasta la sala, en donde estabamos mi esposo, mi suegra y yo.

Patrícia es la hija de mi esposo con su primer matrimonio, tiene dieciocho años. Aurora, tiene nueve es la hija que tuvo su mamá con un marido.

“Oye, saluda”, le dice Patrícia a su hermanita. “Ya tu conoces a papi, y ella es Clarita, la esposa de mi papá, ella es para mí como mi madre, no como, es mí madre.”

La pobrecita Aurora puso una cara de confusión, de que su hernana mayor le dijera que yo era su madre, cuando que la madre de las dos fue la que las trajo hasta allí. Continúo...

Al escuchar sus palabras decir “ella es como mí madre... es mí madre”, se me trancó la garganta. En vez de sentirme alagada, más bién tuve el anuncio de un mal presagio. Es que su boca hablaba de un modo pero su mirada fria, calculadora e incapaz de sostener la mía, decían otras cosas.

Nos dio un beso a todos los presentes. Mi esposo imediatamente y mientras le daba un abrazo prolongado y apretado, el cual la hizo a reir y el ni se diga, super felíz de ver a su niña, le preguntó qué hacía por ahí. 

Patrícia vivía, con su madre y hermana, lejos de la residencia de su abuela y no la acostumbraba a visitar. No era la primera vez que ibamos a ver a mi suegra y ella se aparecía con su madre, ex esposa de mi esposo.

“Ah, es que me acordé que mamá y mi tía querían ver mí libro de ventas y se lo vine a dejar.” Y le extendió unos libros a mi suegra, quien estaba sentada en el sofá que daba para la pared, la cual los tomo en sus manos y le pregunto; “¿Y con quién tu andas?” “Con mami, ella se quedó afuera”.

Yo en silencio, y con una sonrisa amable en mi cara, observaba la interacción de Patrícia con su padre.

Aun de pié, mi esposo y Patrícia, él le pregunta que cómo estaba y como iba en los estudios a lo cual ella le contesto; “bién”.

Luego dijo; “Me tengo que ir porque mami esta afuera y el auto no tiene aire y se va a achicharrar de la calor.” y solto una carcajada.

Volvió a darnos un beso a todos y Aurora también y se marcharon.

Mi suegra y yo intercambiamos miradas mientras mi esposo despedía a Patrícia y a su hermana en la puerta.

Relato en Serie de Señora Coqueta
® 2014